Cuando la alegría se desborda: cómo acompañar la felicidad intensa en TEA y TDAH

Hay momentos en los que tu hijo o tu hija está tan feliz que parece que se prende fuego de entusiasmo. Ríe fuerte, salta, corre, habla sin parar, quiere “una más” y después “otra más”. Si tenés un niño o niña con TEA, TDAH o un perfil de hiperactividad e hipersensibilidad sensorial, seguramente conozcas esa mezcla de alegría y agotamiento que dejan estas situaciones.

Imaginemos una escena muy argentina: una nena con TDAH en los juegos electrónicos de la costa. Luces, sonidos, fichas, premios, pantallas, gente por todos lados. Ella está feliz, excitada, no quiere irse. Pero vos empezás a ver signos de saturación: se irrita cuando pierde, contesta mal, corre más rápido, le cuesta frenar. Y quizás, al final de un día “hermoso”, termina en llanto, enojo o una crisis.

No es que la alegría sea un problema. El desafío está en que, en muchos chicos con TEA o TDAH, la felicidad intensa también puede desregular el sistema nervioso. En esta nota vamos a ver cómo acompañar esa alegría sin apagarla, pero ayudando a que no se convierta en desborde.


¿Por qué la alegría también puede desbordar en niños con TEA y TDAH?

Cuando pensamos en regulación emocional solemos enfocarnos en la bronca, la tristeza o el miedo. Pero desde la psicología del desarrollo y el trabajo clínico con chicos con TEA, TDAH y trastornos del neurodesarrollo, sabemos que la alegría intensa también puede sobrecargar el sistema.

En una escena de fichines en la costa, por ejemplo, ocurren varias cosas al mismo tiempo:

  • Hay hiperestimulación sensorial (luces, sonidos, gritos, música, movimiento constante).
  • Se suman emociones positivas fuertes: ganar, competir, esperar turnos, recibir premios.
  • En TDAH, la búsqueda de estímulos y la impulsividad empujan a querer “una más” todo el tiempo.
  • En TEA, el cambio de juego, el ruido o que algo no salga como esperaba puede disparar desregulación.

El resultado: un cuerpo y un cerebro que están muy arriba, con mucha activación. Y cuando la activación sube demasiado, incluso si viene de la alegría, es más difícil:

  • esperar turnos,
  • tolerar que algo no salga bien,
  • aceptar que hay que irse,
  • escuchar límites o propuestas.

La emoción positiva no deja de ser positiva, pero su intensidad puede hacer que el niño pierda recursos para regularse. Y ahí aparecen los conflictos, los enojos, las peleas o las crisis después de “un día lindo”.


Antes de salir: cómo preparar un momento de mucha alegría

En niños con TEA y TDAH, una gran parte del trabajo de regulación emocional ocurre antes del momento intenso. No se trata de evitar los fichines, la playa o los juegos, sino de poner algunas bases para que esa felicidad sea más manejable.

Checklist previo para una tarde de fichines en la costa

  • Explicá el plan con anticipación.
    Contale dónde van, cuánto tiempo aproximadamente van a quedarse y qué opciones va a tener. Por ejemplo: “Vamos a ir a los juegos de fichas. Vamos a estar un rato, jugamos a 3 juegos distintos y después volvemos a casa.”
  • Definí límites claros y visibles.
    En lugar de “vemos allá”, poné algo concreto: número de fichas o tiempo. Los chicos con TDAH necesitan límites externos que les ayuden a regular el impulso de “una más”.
  • Chequeá su estado emocional antes de salir.
    Si ya está cansado, irritable o sensible, quizás una hora de fichines sea demasiado. Podés preguntarle o usar recursos visuales o un termómetro emocional para ver en qué nivel de energía está.
  • Prepará una salida “amable”.
    Planificá qué van a hacer después (merendar, volver a casa, ver una peli tranquila). Saber qué viene luego ayuda a transicionar mejor.

Durante el momento de juego: acompañar sin apagar la alegría

Cuando ya están en los juegos, la idea no es estar corrigiendo todo el tiempo. Es acompañar de cerca, leer señales y ofrecer pequeñas pausas antes de que la excitación se transforme en desborde.

Señales de que la alegría está subiendo demasiado

  • Está hablando cada vez más rápido y más fuerte.
  • Le cuesta escuchar o responder a preguntas simples.
  • Se enoja de golpe si pierde o si algo no sale como quería.
  • Empieza a empujar, correr sin mirar o desorganizar sus movimientos.
  • Te cuesta establecer contacto visual o captar su atención.

En chicos con TEA o TDAH, estas señales suelen aparecer antes de la crisis. Detectarlas a tiempo permite ofrecer una pausa, un cambio de actividad o un cierre más gradual.


Paso a paso: cómo acompañar una tarde “muy feliz” sin que termine en crisis

1. Antes de salir: pacten un código de pausa.
Acordá con tu hijo una palabra o gesto que signifique “necesitamos bajar un poco el nivel”. Puede ser tocarse la nariz, levantar una tarjeta o una palabra clave como “stop” o “pausa”. En TEA puede ser útil un apoyo visual.

2. Durante el juego: ofrecé micro-pausas.
No esperes al colapso. Después de algunos juegos, proponé: “Tomemos agua y contamos cuántos puntos hicimos.” Una pausa corta baja un cambio sin cortar la alegría.

3. Validá su emoción, no la apagues.
En lugar de decir “calmate” o “bajá un cambio”, podés decir: “Veo que estás re contenta, es un montón de emoción. Vamos a respirar un poco para que tu cuerpo te acompañe.”

4. Anunciá el final con tiempo.
Avisá antes: “Nos quedan 2 juegos y después nos vamos.” Esto es clave tanto en TEA como en TDAH para evitar que el final sea vivido como un corte brusco.

5. Sostené el límite con calma.
Si al final pide “una más”, podés sostener desde el amor: “Sé que querés seguir jugando, fue muy divertido. Hoy terminamos acá y otro día volvemos.” La firmeza cálida ayuda a construir regulación interna.


Después del momento feliz: cómo ayudar a bajar la intensidad

Muchas familias cuentan que la crisis no aparece en los fichines, sino después: cuando llegan al departamento, cuando hay que bañarse, cuando hay que irse a dormir. El cuerpo sigue encendido y la transición al descanso se vuelve difícil.

Algunas ideas para ese “después”:

  • Ofrecer una actividad de transición. Por ejemplo, merendar tranquilos, mirar fotos del día, dibujar lo que más les gustó.
  • Bajar estímulos. Menos pantallas, menos ruido, menos luces fuertes. El sistema necesita recuperar calma.
  • Nombrar lo vivido. “Hoy fue un día re divertido, hubo muchos juegos, muchas luces. Ahora tu cuerpo necesita descansar.”
  • Validar la dificultad para bajar. “Es difícil frenar después de algo tan divertido. Vamos a hacerlo juntos, de a poco.”

Una herramienta para anticipar el desborde: el Termómetro de Emociones

En muchos niños con TEA y TDAH, el problema no es solo lo que sienten, sino no poder medir cuán intenso se volvió eso que sienten. La alegría sube, sube, sube… y cuando se dan cuenta, ya están desbordados o enojados porque “se terminó lo divertido”.

El Termómetro de Emociones de Munay puede ayudarte a:

  • enseñarle a tu hijo a ponerle “nivel” a su emoción (baja, media, muy alta);
  • detectar juntos cuándo la alegría está “muy arriba” y conviene hacer una pausa;
  • anticipar el momento de cierre de una actividad muy estimulante (como los fichines);
  • convertir algo abstracto (“estoy muy arriba”) en algo visible y conversable.

Usarlo antes y después de actividades muy emocionantes es una forma de trabajar autorregulación emocional sin sermones, con un recurso visual y concreto.


Cerrar el día sin culpas: una alegría que también enseña

No hay nada “malo” en que tu hija se entusiasme con los juegos electrónicos de la costa, ni en que tu hijo con TDAH o TEA se encienda de felicidad cuando hay ruido, luces y estímulos. La alegría es parte de la vida y merece lugar.

El desafío está en acompañar esa felicidad intensa para que no lo deje exhausto, desbordado o en conflicto con todos. Eso no se logra de un día para el otro: es un proceso, hecho de pequeñas anticipaciones, pausas, límites cálidos y muchas oportunidades para practicar.

Aunque algunas tardes terminen difíciles, hay algo muy valioso que se va construyendo: tu hijo aprende que puede disfrutar y también bajar; y vos aprendés a leer las señales, a cuidarlo sin apagarlo y a sostenerlo en todas sus versiones, incluso cuando la alegría se desborda.

Eso también es regulación emocional. Y, sobre todo, es un proceso de amor y compañía.