María, mamá de Santi (7 años, TDAH)
Santi se frustraba por todo: si algo no le salía, terminaba llorando o tirando las cosas. Con el Termómetro de Emociones empezamos a ponerle nombre a lo que sentía, y eso cambió todo. Ahora él mismo me dice: ‘Mamá, estoy en amarillo’. Por primera vez siento que tenemos un lenguaje común para hablar sin gritos.
Paula, mamá de Emma (5 años, TEA leve)
Antes de Munay, no sabíamos cómo anticipar lo que iba a pasar en casa o en la escuela. Las Historias Sociales fueron un antes y un después. Emma empezó a entender mejor las rutinas y a calmarse antes de los cumpleaños o las visitas al médico. Me emociona verla participar sin miedo. Las guías son tan simples y claras que hasta su seño las usa en el aula
Sofía, mamá de Luca (8 años)
Antes cada tarde era un caos: tarea, enojos, llantos… terminábamos todos agotados. De a poco, con las herramientas que fuimos aprendiendo, Luca empezó a calmarse más rápido. Ahora cuando algo no le sale, me pide ayuda o se toma un respiro. No te voy a mentir, seguimos teniendo días difíciles, pero ya no siento que estamos a la deriva. Hoy entiendo mejor lo que necesita y eso cambia todo.
Julieta, mamá de Tomi (6 años)
Antes todo terminaba en llanto o berrinche. Ahora Tomi puede decir ‘necesito calmarme’ y busca solo su rincón tranquilo. Son pequeños cambios… pero hacen una enorme diferencia en casa.